viernes, 19 de octubre de 2007

Identidad

Una vez convencido de que todo había sido algo así como un sueño, un dulce sueño, Roberto Porrado se resignó a guardar la zapatilla como una especie de recuerdo fetiche de una noche especial e inolvidable. Claro, la idea sería ir a buscar a la dueña de la zapatilla, como todos aquí esperan, pero su carácter melancólico y un tanto pasivo lo tiraba más a una cómoda ensoñación con características un tanto masturbatorias que a una actividad decidida y directa, es decir: se daba vueltas en lo mismo, sin otra opción que retornar, como un idiota, sobre la misma cosa una y otra vez. Estaba claro para él que en una ciudad de más de cinco millones de habitantes sería inútil, imposible, irreal pretender volver a encontrar a Cenicienta. Por otro lado pensaba "¿para qué?" Con un matrimonio a cuestas y varios hijos que mantener comprendía que Cenicienta hubiera salido corriendo, pero ¿y la zapatilla?, ¿qué?, ¿se trataba de un mensaje?, y si era así ¿cómo descifrarlo?
Finalmente decidió ponerse a escribir, como a veces lo hacía cuando las cosas no andaban bien o cuando la noche se hacía insomne o cuando, simplemente, le apetecía dar espacio a su imaginario inquieto y creador. Porrado sabía que como contrapartida a su carácter pasivo y a veces depresivo tenía en eso mismo, en esa característica, la llave que abría de par en par los rincones más intrincados de su corazón y por eso mismo esa noche se puso a escribir un pequeño cuento:
"El avión despegó sin contratiempos... menos mal, ¡qué miedo me da volar!, en una de esas todo podría desaparecer si se cae... me da lo mismo, vale la pena, voy a cruzar la cordillera y la voy a ir a ver, lo quiero hacer, la quiero ver, si, y si cae el avión todo habrá valido la pena porque... porque quiero conocerla. ¿A qué voy?, a verla, a estar juntos por fin, quizás... tal vez..."
Porrado sintió sueño o tal vez cansancio o hastío. Su historia le pareció un poco cursi, tal vez naif. Borró lo que escribió y empezó de nuevo.
"Él es mi sueño, voy a cruzar la cordillera para conocer a ese hombre, ¿cómo será ahora que nos conoceremos por fin? Me siento como una loba, como una loca, pero no importa, ha sido todo tan intenso este mes, todas estas noches chateando hasta la madrugada, ¿será realmente compartido todo esto que estoy sintiendo...?"
Porrado se empezó a exasperar. Nuevamente le parecía que estaba escribiendo cursiladas, además la idea de escribir acerca de amores por Internet le parecía absurda, más bien no creía en eso. ¿Cómo comparar ese tipo de historias con lo que había sentido esa noche con Cenicienta?
Porrado no podía permitirse ese tipo de pensamientos, es decir, si podía, se lo podía permitir, pero no podía menos que sentir algo de culpabilidad ante la sola posibilidad de mirar a otra mujer con deseo, con ese deseo como el que sintió cuando estuvo bailando con ella, porque sabía muy bien que si eso pasaba -si eso estaba pasando- era señal clara de que las cosas con su mujer, ahora si, andaban muy mal. Porrado no quería ver claramente que su matrimonio hacía tiempo que había fracasado. Por eso el recuerdo de Cenicienta le parecía tan perturbador. Con ella renacían en él ansias olvidadas y anhelos escondidos tras un rutina severa y adormecedora. ¿Qué podía hacer con todo eso que le estaba pasando?, ¿cómo encarar su fracaso pero también su posibilidad de renacer?

3 comentarios:

CRISIS FOTOGRÁFICA dijo...

mejor renacer que petrificar la vida

Anónimo dijo...

Uno sabe que estas encrucijadas nunca dejan de ramificarse y volverse más enredadas. Habría que tener la sangre muy gris para no responder al llamado de este encuentro mágico y volver a la vida de todo los días como si nada hubiera pasado. Sí, pasó algo, un aviso de que hay algo más que hermanas déspotas y una esposa masacrada por la rutina . Una zapatilla (y una que falta) es el signo material para buscar lo que de momento no se sabe dónde. Con la ayuda de la Gran Red tal vez se pueda. Y el romance podrá vivirse, desde la casa de cada uno, sin que nadie de alrededor si quiera lo note. Esposa y hermanastras desaparecen ante la intimidad de una burbuja mágica. Y luego… cruzar la frontera de la que ya no se regresa…
Pero antes de todo eso …¿cómo encontrarse entre cinco millones de almas?. Las zapatillas no dejan huellas digitales, ADN ni dirección de E-mail.

Patricio dijo...

pero igual queda la zapatilla, cris, y aunque solo quedara la memoria, eso ya solo vale por mucho, y ahí se empieza a enredar la encrucijada, porque perturba la realidad de siempre y a partir de eso esta se transforma