viernes, 27 de julio de 2007

Mamá

Es curioso, cada vez que alguien me trae recuerdos de mi madre me pasa que a veces para mi es como encontrar algo nuevo. En todo caso me gusta que me hablen de mi madre, me hace bien.
Hace muy poco me acordaba de ese día que ella pasó por mi departamento, ya le habían dado el diagnóstico y su primera reacción fue irse a la playa. Decidimos ir juntos a la playa. Me pasó a buscar y no es que no quisiera ir con ella, sino que así no, con esa sentencia de muerte no, no quería, aunque quería, claro, ¿como no estar a su lado en esos momentos, cuando la angustia, la pena, el miedo se presentaban así, de repente, de forma bestial, sin piedad... sin piedad?
No recuerdo el viaje en auto, solo puedo presentir que nuestro diálogo fue como siempre, abierto, honesto, directo y, por mi parte, compasivo. No podía más que sentir que tenía que estar con ella, acompañarla, sentirla, porque ya iba sabiendo que iban a ser nuestros últimos días, meses, ¿años?, juntos. Cuando llegamos a la casa de la playa, en Mirasol, ella preparó unas pequeñas presas de pollo al curry, tal vez con arroz. Y estuvo rico.
Añoro tanto su cariño, su cariño inmenso que abarcaba su forma de cocinar, de proteger, de mostrar lo que quería, pero también lo que rechazaba, lo que no le gustaba. Añoro su hermosa mirada y sus ojos bellos, que un día, así, de forma sorpresiva, descubrí que eran bellos, de una belleza que a veces he reencontrado en mi hermana, en sus propios ojos.
Un día, cuando yo tenía unos seis años, la acompañaba en la cocina, ella estaba lavando y secando platos y yo la ayudaba a limpiar. Mi técnica era un poco peculiar: tomaba el plato y lo limpiaba con migas de pan, así, y muy contento con lo que había descubierto, orgulloso. Mi mamá, recuerdo muy bien, guardó ese plato junto con los otros que estaban limpios. Eso me deja una enseñanza -me doy cuenta ahora-, y tiene que ver con cuidar, con aceptar y con creer en lo que hacen quienes queremos... aunque no estemos de acuerdo.
Ella fue muy importante en mi vida, me impulsó a hacer cosas que yo ni soñaba, ella fue quien me las mostró y con su confianza me hizo creer que si, que podía lograrlas. Ella fue quien me dijo, el día que partió a su viaje definitivo, que yo había sabido aprovechar las oportunidades que había tenido.
Claro, echo de menos su maravillosa cocina y su amor, su presencia y su cuidado, pero hay algo que tal vez extraño más que nada y es ese diálogo que siempre tuvimos los dos. Yo fui su hijo pero también quien escuchó sus sufrimientos, fui quien tuvo esa capacidad de estar ahí para que ella se abriera ante muchas cosas de su vida.
Tal vez ella esperó de mi muchas cosas que yo no le cumplí, un nieto, una independencia, una forma más ajustada a sus ideales, pero no me quedó otra que seguir con mi vida que, tras su partida, tomó un rumbo impensado para mi, que hubiera querido compartir con ella, ¿o es que todas las cosas que me han pasado han tenido un hilo invisible y tras ellos está mi bella madre, haciendo cosas buenas para que me vaya bien en la vida?
Cada vez que tengo que presentarme a juicio oral como perito, antes de entrar a la sala invoco su presencia y pienso que ella me cuida. Es solo un pequeño rito, pero a la vez es mi talisman que sé que me va a proteger frente a la permanente posibilidad de ser atacado por los lobos.

Mamá, dondequiera que estés, has de saber que yo recuerdo cada día algo de tu presencia y que no olvido la promesa que te hice ese día que nos despedimos: "tú siempre te vas a sentir orgullosa de mi".

domingo, 22 de julio de 2007

La mujer y los regalos

Esta es mi segunda entrada, ya avisada a algunos y pensada en algunos recuerdos que nacen de mi relación con las mujeres. Antes que nada debo avisar que todos los nombres, hechos y situaciones pueden ser, digamos, embellecidos, por ponerle algún nombre a esta operación. Por otro lado no daré explicaciones ni justificaciones que acrediten veracidad de los hechos. Por último, me permito crear, no solo recrear.

Ese día la estaba esperando. A mis veintitantos años se trataba de mi primera relación, por decirlo así, "seria". Eso significaba, en esos años, que podía llegar a pensar que estaba enamorado. Y tal vez así fue. Además tenía por fin sexo estable. Como les decía, ese día la esperaba, con impaciencia, tratando de ganar tiempo ocupándome de adelantar en mis estudios, leyendo, pero seguramente con mi cabeza puesta más en ella que en la fisiología del sistema nervioso. En el pasillo, fuera, me pareció escuchar algo. Un rato después suena el timbre, recorro el pasillo hacia la puerta y abro. Frente a mi no había nadie y cuando bajo la vista me encuentro con un gran regalo. Ahí dentro estaba ella. Ese fue mi primer regalo mujer. Cuando abro el paquete aparece ella, sonriéndome, saltando sobre mi y besándome. La sorpresa me hace incapaz de poder decir nada, solo puedo besarla también, hacerla entrar al departamento y tomarla apasionadamente, mientras la comida que tenía preparada y todo lo que tenía preparado pasa a segundo plano.
Ese día, después de hacer el amor comimos la comida fría, contentos, agradecidos. Casi no sé cómo podría describir esos momentos, ha pasado tanto tiempo, pero lo que si se es que ella, ella fue mi primer regalo mujer.
Después han llegado otros regalos mujer, por ejemplo un reloj, regalado por otra regalo mujer, el día que volvíamos a vernos, después de varias semanas separados (algo que se hizo costumbre). Reloj que me toma por sorpresa, inesperado regalo, bonito, ¿por qué me regala un reloj?, ¿no le habrá gustado el que llevaba cuando nos conocimos? Es su forma de mostrarme su amor. Ella no me dijo "soy toda tuya", no, pero se lo escucho decir, aunque no salga de su boca. ¿Cuántas veces me han dicho eso?, ¿cuántas veces lo he creído?, ¿cuántas he caido rendido frente al regalo?
El regalo mujer, la mujer y los regalos, cosas que llevo conmigo y tal vez algunas que olvido.
Un día tocan a mi departamento, estaba durmiendo, no sé qué hora es, tal vez es de mañana y debo ir a mi trabajo, estoy desorientado. Cuando pregunto quién es, aparece su voz, es ella, que viene de un carrete, un poco bebida, alegre pero triste porque lo nuestro está terminando. Pero igual toca a mi puerta esa noche, y me da un beso cariñoso cuando le abro la puerta. Solo quería que la amara, no solo esa noche, sino todas.
¿Siempre aceptamos los regalos?, ¿cuáles son los que nos importan?, ¿y por qué nos importan esos regalos y no otros?
Hay regalos esperados, no solo en esas primaveras cuando soñamos que algún día llegará el amor, ella, la polola, la mina, nuestra mina, no, hay días que esperamos, que esperamos con ansia el contacto, el olor, el sudor, la persona. Internet. Si no fuera por Internet no podríamos vivir cosas como esos encuentros donde primero fueron las palabras en la pantalla. Entonces la espera ahí es otra cosa. Siempre estamos "en línea", pero no conocemos a esa persona, no sabemos como se mueve, cómo huele, solo la deseamos, en abstracto, de forma sublime. Después pueden tocar el timbre de tu puerta y estar ahí ella, por fin, después de tanto chateo. Entonces, claro, es como si nos conociéramos, y de hecho es así, bastante así, pero nuestra mente tiene que hacer un ajuste entre la persona imaginada (aunque nos haya hecho llegar sus fotografías) y la persona ahí, frente nuestro. El deseo ya está en juego y cualquier desajuste en nuestra noción de realidad va a ceder, simplemente porque la deseamos, nos deseamos.
No quiero ser injusto, también quiero recordar mi infancia y esos primeros regalos mujer pregenitales, por ejemplo una tarde jugando en la casa de la vecina frente a mi casa, estamos todos, mis hermanos, sus hermanos, haciendo no sé qué, un desorden, un juego, no sé, pero ahí estamos Mariela y yo, acostados en la cama, tal vez jugábamos a la mamá y al papá, pero sentirla ahí, acostada al lado mio, me llena de placer, creo que algo pasa (y algo pasaba), así que le doy un beso, ¿en los labios?, ¿en las mejillas? Ella se limpia la cara y me dice "¡chancho!". Nunca entendí por qué hizo eso, si íbamos tan bien.
Regalos bien recibidos, regalos mal recibidos.
Los antropólogos dicen que todos los regalos se inscriben dentro de una transacción simbólica: dar-recibir-devolver. Esto significa que todo regalo debe ser devuelto, obviamente no con lo mismo -que sería lo mismo que no aceptarlo, recibirlo, por tanto no habría tal regalo-. Ahí me pregunto qué he dado a cambio de todos estos regalos, también me cuestiono si he aceptado cada regalo que me ha llegado. ¿Qué regalos se han quedado sin el destinatario?, ¿cuáles sin retribución?
Tal vez mi gran deuda -si se puede pensar así- con las mujeres es que no he dado un hijo. Dar-recibir-devolver, damos nuestro líquido seminal y a cambio nos devuelven un crío.

Bueno esto de escribir este blog, de verdad me permite aprender algo de mi mismo. Esta es mi entrega, espero sus comentarios.

lunes, 16 de julio de 2007

Zero

Un poco loco, un poco cuerdo, siempre intranquilo, con imágenes de pérdidas, reencuentros, acompañado por sonidos, siempre por sonidos, a veces enamorado, otras detestando lo que no me gusta, yo no elegí esto, se los aseguro. La culpa es de papá y mamá, claro, eran jóvenes, re jóvenes, Chile había salido tercero, Santiago era otra ciudad y por supuesto no existían los blogs, solo las cartas, los telegramas, la TV era algo raro aún. ¿Cómo se pasaba el tiempo? Leyendo el diario de vida de mi madre veo que en esa isla del sur pasaban horas andando en bicicleta, nadando, andando en bote, pensando en enamorados, en la capital desconocida pero tal vez admirada. También había fiestas y en una de ellas leo con sorpresa que estuvo Alan Ginsberg (¿se habrá comido algún picoroco?, estoy hablando de Calbuco). Imágenes, recuerdos que no son míos, pero que pasan a ser parte de mi esa noche que paso en vela leyendo el diario de vida de mi madre, mientras tengo una pena de amor y un duelo largo.
Les aseguro que yo no elegí esto, ¿por dónde puedo empezar? Parece que ya empecé.