"El domingo Cenicienta practicó capoeira recordando la velada, mientras sus hermanas, odiosas, seguían torturándola diciéndole que la
jinga no le salía bien, que su
salto del mono era desequilibrado, que ella era fea, y otras cosas parecidas. A Cenicienta eso ya no le molestaba, no le dolía ni la hería, ahora estaba en otra y sus patadas circulares descendentes eran un preámbulo delicioso donde su cuerpo grácil se abría a dimensiones desconocidas del placer."
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